Cada día de la vida trae, una tras otra, pequeñas y grandes disyuntivas ante las cuales debemos tomar el camino que mejor convenga. Decidir qué ropa nos ponemos, cuánta azúcar llevará el café o por dónde cruzar la calle requiere que tomemos una decisión, como también lo requiere el momento de elegir pareja, comprar un carro, cambiar de empleo o tener hijos.
Fue el escritor francés Antoine de Saint-Exupery quien dijo: “El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe adónde va”. Su frase refleja lo mucho que la sociedad valora a alguien decidido y cómo estas personas consiguen casi todo lo que quieren. Pero aceptémoslo, no todos tienen esa capacidad.
La psicóloga Olga María Renville comenta que, para algunos, tomar decisiones se transforma en una odisea “porque no saben cómo hacerlo”. La experta dice que la raíz de la indesición es la inseguridad, personas que, al no estar seguras de que lo que eligen es lo correcto, nunca se inclinan por una opción y siempre requieren de ayuda.
SER DECIDIDO NO ES SER IMPULSIVO
Ser decidido no se trata de ser impulsivo y de escoger todo de manera rápida, sin pensar mucho.
Ser decidido no se trata de ser impulsivo y de escoger todo de manera rápida, sin pensar mucho.
Apurarse al decidir quizás no sería problemático al elegir una corbata, pero si se trata de la carrera universitaria, ya es distinto. Renville comenta que no se trata de dejar todo al azar o ser radical en la decisión, sino de pensar, valorar bien las alternativas y pedir consejo. Además hay que dejar atrás el miedo a equivocarse. “Si nunca nos equivocamos al tomar una decisión, nunca vamos a aprender a tomar otras correctamente en el futuro”. Añade que muchas veces se ve un fallo como fracaso, pero el fracaso es parte del aprendizaje de la vida, una forma de nutrirnos en cómo manejar una situación a futuro.
Hay que atreverse a tomar decisiones por cuenta propia Baja autoestima
La capacidad de decidir algo en la vida no nace con el ser humano, como la mayoría de las competencias que éste requiere a lo largo de su existencia. Como muchas otras cualidades y destrezas, se cultiva, y el inicio suele estar en la niñez. Olga María Renville, psicóloga, expresa: “Los niños que deciden se van fortaleciendo en ese sistema y aprenden que todo tiene consecuencias”.
Dando a un hijo la capacida de tomar decisiones simples y que le competan, los padres les están instruyendo para la vida futura, en la que elegir una cosa u otra será parte de su “pan de cada día”. Sólo la capacidad de decidir acarrea el hacerse responsable por las propias decisiones, y en eso pecisamente consiste la vida del adulto: elegir en la vida y resposabilizarse con las consecuencias de sus actos.
Crianza
“A un niño podemos permitirle, por ejemplo, a la hora de vestirse, que elija”, dice Renville. Recomienda que el padre o madre le proponga dos opciones que sean las adecuadas para el evento al que vaya a asistir y que éste seleccione. Esto lo prepara para futuras disyuntivas del futuro. Igualmente al salir a comer fuera, el niño también puede participar y elegir su comida, o se puede poner a votación y que todos en la familia participen en la elección de qué se va a comer o qué se va a hacer.
“A un niño podemos permitirle, por ejemplo, a la hora de vestirse, que elija”, dice Renville. Recomienda que el padre o madre le proponga dos opciones que sean las adecuadas para el evento al que vaya a asistir y que éste seleccione. Esto lo prepara para futuras disyuntivas del futuro. Igualmente al salir a comer fuera, el niño también puede participar y elegir su comida, o se puede poner a votación y que todos en la familia participen en la elección de qué se va a comer o qué se va a hacer.
¿Que de donde provienen los indecisos? Pues de padres muy severos. Aquellos progenitores que deciden todo por sus hijos en la infancia terminarán haciéndolo hasta la adultez, sea porque creen que deben darle total seguimiento, por protegerlo, por evitar que se equivoquen, tomen malas decisiones o se vayan irremediablemente por el mal camino. Esto, sin embargo, es totalmente contraproducente.
Orientar
Los padres dominantes deben saber que “si bien es cierto que pueden orientar, esto no es lo mismo que imponer”, advierte la psicóloga. Orientar es decirles a los hijos lo que el padre, desde su experiencia, considera que es la mejor elección ante dos alternativas. Se le debe explicar al hijo por qué se entiende que la elección es la mejor, y plantearle las distintas consecuencias de las opciones con el fin de que elija bien. Esto es un deber de los padres, como también lo es el aceptar lo que su vástago decida, aun cuando sea una opción distinta a la que recomendó.
Los padres dominantes deben saber que “si bien es cierto que pueden orientar, esto no es lo mismo que imponer”, advierte la psicóloga. Orientar es decirles a los hijos lo que el padre, desde su experiencia, considera que es la mejor elección ante dos alternativas. Se le debe explicar al hijo por qué se entiende que la elección es la mejor, y plantearle las distintas consecuencias de las opciones con el fin de que elija bien. Esto es un deber de los padres, como también lo es el aceptar lo que su vástago decida, aun cuando sea una opción distinta a la que recomendó.
Tanto para los adolescentes como para los adultos, buscar esta asesoría de parte de los padres o de personas adultas y experimentadas es importante antes de decidir; sin embargo, hay momentos en los que deben cuidarse de que los consejos estén tratando de influenciarles. Según Renville, esto pasa mucho con la elección de la carrera universitaria, por ejemplo. “Tristemente veo personas profesionales haciendo cosas que no les gusta porque alguien eligió por ellos, y otros que están estudiando o estudiaron algo que sus padres desearon y no pudieron”, dice.
CONSECUENCIAS DE ESTE PROBLEMA
Aquellas personas que temen tomar decisiones lo hacen porque no tienen la práctica, porque nadie les ha dado la oportunidad de hacerlo en el pasado. Renville afirma que cuando una persona es indecisa se debe a que ha vivido la descalificación de parte de otros, a que siempre han decidido por él o ella dejando implícito que no es capaz de tomar la decisión. Estas acciones han castrado emocionalmente a estas personas.
Aquellas personas que temen tomar decisiones lo hacen porque no tienen la práctica, porque nadie les ha dado la oportunidad de hacerlo en el pasado. Renville afirma que cuando una persona es indecisa se debe a que ha vivido la descalificación de parte de otros, a que siempre han decidido por él o ella dejando implícito que no es capaz de tomar la decisión. Estas acciones han castrado emocionalmente a estas personas.
¿Qué sucede entonces? Pues que no pueden decidir nada por sí mismos y hasta para comprar ropa llevan a alguien que les diga cuál prenda les queda mejor. “No pueden elegir ni siquiera cosas simples”, dice la psicóloga. Estas personas se llenan de inseguridades, de miedos y se quedan apegados a personas que les proporcionan la seguridad que les falta, pueden ser los padres o la pareja. De ahí se desprende entonces la temida depedencia emocional.
Baja autoestima
Las personas indecisas no salen adelante porque tienen temor a equivocarse, al rechazo, a quedarse solos.
Por esto se adhieren a personas más fuertes que muchas veces los manipulan emocionalmente.
La baja autoestima es también parte de la indecisión porque “la autoestima se alimenta del reconocimiento de nuestros propios logros, de nuestra parte y de los demás, eso nos motiva a tomar decisiones porque sabemos que estamos haciéndolo de manera acertada”, comenta Renville. Si, en cambio, no somos capaces de tomar decisiones propias, y nos quedamos observando cómo los demás sí lo hacen nos sentimos todavía más descalificados, que no somos fuertes y eso afecta el amor propio.
Esto lleva a los indecisos a buscar respaldo o alianzas al tomar sus decisiones, generalmente con personas con fuerza, que puedan decidir por ellos. Sin embargo estas personas quizás no son conscientes de que nadie más enfrentará las consecuencias de una decisión que debió ser personal.
Las personas indecisas no salen adelante porque tienen temor a equivocarse, al rechazo, a quedarse solos.
Por esto se adhieren a personas más fuertes que muchas veces los manipulan emocionalmente.
La baja autoestima es también parte de la indecisión porque “la autoestima se alimenta del reconocimiento de nuestros propios logros, de nuestra parte y de los demás, eso nos motiva a tomar decisiones porque sabemos que estamos haciéndolo de manera acertada”, comenta Renville. Si, en cambio, no somos capaces de tomar decisiones propias, y nos quedamos observando cómo los demás sí lo hacen nos sentimos todavía más descalificados, que no somos fuertes y eso afecta el amor propio.
Esto lleva a los indecisos a buscar respaldo o alianzas al tomar sus decisiones, generalmente con personas con fuerza, que puedan decidir por ellos. Sin embargo estas personas quizás no son conscientes de que nadie más enfrentará las consecuencias de una decisión que debió ser personal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario